viernes, 30 de septiembre de 2016

¿Por qué?


Porque a veces parece que no es el momento, ni el lugar, pero aparece una vereda a un lado del camino que pide ser explorada, transitada... y resulta ser tu verdadero sendero.

Porque hasta el camino más largo y pedregoso es una oportunidad de compartir charlas y vida, y las vistas, si nos paramos a mirar, son espectaculares, y nos muestran la inmensidad de lo creado.

Porque a veces la espera se hace eterna y es infructuosa, pero en otras veces el tiempo de espera enriquece y llena la mochila de experiencias y deseos.

Porque tantas veces un gesto, unas palabras, una charla mientras paseas, despiertan lo que hace tiempo que dormía. 

Porque alguien confía en ti, y de pronto te sientes fuerte.

Porque ser maestro es algo más que una profesión, más que una forma de ganarse el sustento. Trasciende a lo laboral, es una forma de vida, un proyecto personal, una vocación, una necesidad de enriquecer y enriquecerse, de compartir la vida, de conseguir que la luz (el fueguito) que cada uno llevamos dentro, brille con intensidad, y cada uno genere más luces a su alrededor.

Porque educar es como dar a luz, es donar algo íntimo, interior, deshacerse de algo que llevamos dentro, pero no nos pertenece y no cejar en el empeño de que, en el camino que se emprende, nuestros compañeros de viaje descubran la pasión por caminar, por disfrutar de las vistas, por recoger los frutos, y aprender a conocer los vientos, las mareas, y todo lo que van a necesitar en el recorrido...hasta que llegue el día en el que caminen solos, y busquen sus propios paisajes y compañías, y parafraseando a Galeano, ardan la vida con tantas ganas que no se pueda mirarlos sin parpadear, y quien se acerque, se encienda.

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